viernes, 6 de julio de 2007

La Madre

¿Qué puedo decir de este poema, hermano gemelo de "La Anciana"? Que representa mi lado más empático, representar experiencias de personas que he visto, pero que no son yo mismo y me resulta por ende dimensionar emocionalmente, por supuesto. Como el mejor libro en mi opinión de mi venerado Mario Benedetti "Poemas de Otros" me deslicé hacia proyectar en los sentimientos, frustraciones y esperanzas de los demás lo que espero me permita servir para cambiar las injustas estructuras de la sociedad.
Me concedo la licencia de dedicarle este poema al equipo negociador del TLC, que tan maravillosamente llegó a comprometer las cosas que valen la pena de este país y que tan maravillosamente va a enviar de vuelta a miles de personas a la pobreza y la indigencia, en medio de un contexto mundial dentro del cual nuestros campesinos, cooperativas, grupos de mujeres, indígenas, etc, no pueden competir contra el mercado agrícola nortemericano. Bendiciones a todos los que firmaron con un vaso de champagne fino frío ese "acuerdo" mientras condenan a miles a la indigencia. No sé cómo logran dormir. Me indigna, de veras que me indigna.



Espumas de lavanda en la pila,
se recuesta la madre en la cama rota,
las goteras sumen el espacio
en ocre caliginoso de pantano,
el fogón tiempo ha
suspiró su carga de hollín en sus pulmones,
tose
esfuerzo inútil en querer deshacerse
de la nebulosa de estricnina, de alquitrán
en un mundo pequeño, apretujado,
roto en células
por los sollozos de tres y mil niños.
La madre se levanta sobresaltada,
han pasado apenas minutos pero cree fueron años
en ese universo, esa cápsula einsteniana,
en la que el tiempo no pasa, pero se envejece,
se despide de un pedazo de sí
en cada gripe y cada bocanada de alquitrán
y cada temor, de perderlo, de perderlos,
sin percatarse a ratos de que existe
…y se incorpora…aún la humedad de la pila,
aún la escasez, pero: los sollozos,
se levanta a amamantar al más pequeño
con sus senos tan mordidos y estirados por la práctica
con la lucha, con esos años que no son cronológicos,
que vienen sin anunciarse y se van
tatuándose en la piel y los ojos
(que pierden su brillo y todo, su consistencia)
pronto tendrá que hacer el café
y una o dos tortillas, lo mucho,
esperarlo venir, aunque nunca llega
excepto para estampar un niño más en su vientre
(inicialmente se resistirá,
mas caerá siempre) o ascenderá por instantes
a alguna realidad suprema
que se esfuma
como las estrellas fugaces en un firmamento sin electricidad.
Más tarde, otro drama, otro esperar el sustento,
otro humillarse, otro trabajar cuando se puede
y otro día cansado,
probando su bocanada de alquitrán.
Sin vuelta.
4/9/2005

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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mosco dijo...

umm... no creo que esos hps se merezcan un poema tuyo... si a esos no les importa ni su madre misma que los crió en cunita de oro, mucho menos les van a importar todas esas mujeres que se parten el lomo a diario -y casi siempre solas- para seguir recibiendo su bocanada de alquitrán
que la pachamama nos ampare, a ellas y a nosotros, y que lulú se encargue de ellos...