martes, 2 de julio de 2013

Abandonando la espiral sobre el hielo

La vida está marcada indefectiblemente por encuentros y sucesos que lo hacen a uno ver tambalearse sus paradigmas y asumir de pronto responsabilidades nuevas. Para mí, los últimos meses, desde que conocí a L.b. han tenido ese efecto.

Se trata de un encuentro efímero, un amor que ha atravesado el cielo encapotado de mi falta de ilusión, estancamiento y derrotismo, lo suficientemente fuerte para  dejarme la certeza de que mi camino estaba extraviado y que requiero enmendarlo; pero lo suficientemente rápido para recordar que es un camino que debo asumir yo mismo, sin esperar que nadie me dé la tan esperada receta a mis males. También me enseñó a querer intensamente, pero con la certeza que hasta la más maravillosa etapa está supeditada a muchas cosas, la lejanía, por ejemplo. Que independientemente de si la relación llegue a superar la distancia de un océano en medio e inclusive la prueba del tiempo, sigo estando yo, solo, ante mis enormes desafíos irresueltos y mis procesos de cambio lo suficientemente lentos para probar mi franciscana paciencia a fondo.

Porque en primer lugar, he aprendido que saber y no practicar lo que se sabe, sirve de muy poco. Querer cambiar, pero resistirse a dar el salto, no evita los cambios, pero los conduce en direcciones que uno generalmente no desea e inciden en un desgaste adicional, desilusión y si uno escucha a los demás, cinismo. Me he engañado largamente pensando en los pasos que doy en mil direcciones al mismo tiempo, celebrando con triunfalismo haber cerrado un atraso tras otro, pero las cosas importantes siguen pendiendo sobre mi cabeza y sé que afrontarlas es lo que me hará más feliz, pero he carecido de la fuerza de voluntad para finalmente emprenderlas con la pasión que alguna vez conocí en mí y me diferenció tanto de los demás.  Yo, que en algunas de las peores épocas de mi vida, sobresalí en tantas cosas, ahora que soy mucho más fuerte, más curtido por la vida, más incisivo sobre las realidades de la vida, siempre tan profundamente cartesiano, organizado, detallista, he estado patinando alrededor del mismo hoyo de un estanque helado por ya mucho tiempo, atrofiándome y perdiendo el impulso.

El hecho por el que L.b. ha sido tan importante, no es el que haya aprendido mucho que fuese nuevo sobre la situación de la que estoy empezando a salir. Sino que me ha confrontado con mi parálisis, enseñándome que la solución de mi crisis no estaba en complejas ecuaciones, que esperaba poder resolver antes de salir del estanque, sino simplemente en un acto de voluntad que como todos los esfuerzos que he hecho hasta el momento, se nutre de cambios que he acumulado con el tiempo, pero fundamentalmente, de un solo acto.

Porque hay que poner las cosas en perspectiva, ciertamente no debí haber celebrado esos pequeños cambios y avances como si fueran el gran salto esperado, pero estos existen y me han llevado a ser la persona que soy hoy día. "Ya no puedes modificar los errores del pasado", me decía L.b. "éste es el momento que tenemos a nuestra disposición y en él cabe solo vivirlo". De pronto centenares de páginas de libros de auto ayuda se redujeron en una cápsula comprimida de realidad, que debí tomar finalmente, sin protestar, como es usual.

Lo mismo aplicaba para nuestra relación, que seguirá en la distancia, solo podíamos disponer de los momentos que compartíamos, de las palabras que decíamos, del pequeño sacrificio que por nadie más quise dar, del breve instante compartido en nuestras vidas que preludiaba una larga separación, quizás definitiva. Tomos y tomos de creerse realmente valedero de lograr los sueños que uno siempre ha cobijado, de empezar a darse de nuevo el valor que uno tiene, de no regalarse a quienes sencillamente no te aprecian ni te entienden, de desapegarse de las personas a las que sí les importas...y sin embargo, brindarles lo mejor de ti, me han sido dictados de una manera que finalmente entiendo y puedo traducir en acción.  Porque me volví experto en el arte de diagnosticar, pero no en el de resolver. Porque sabía, pero no entendía.

En cuestión de pocos días, la distancia va a imponer su ley, pero en mí está el hacer mi parte de mantener viva una relación en la que creo. Porque creo en mí mismo, en primera instancia. Y porque sigo en el proceso de construir la persona que quiero ser, pero para ello sólo tengo las herramientas a mi disposición en este momento, quizás escasas en lo externo, pero tan abundantes como quiera para las internas. Ese sueño de persona implica abandonar las convenciones de lo que es el éxito, de lo que debe ser en otras personas el ritmo de crecimiento, pero especialmente, no angustiarme con lo primero ni conformarme con lo segundo. Y para eso ya no estará L.b.

Por eso le agradezco, como ayer que lo último que nos dijimos fue un "hasta mañana", sabiendo que serán muchas mañanas, tardes y noches de este servidor contra su propia imagen reflejada en el espejo, luchando por salir del marasmo y corregir de una vez tantas sendas... Le agradezco ciertamente por su cariño y por su claridad de miras, por su deseo de dejar una huella en el mundo, que me recuerda quién fui, por su determinación envuelta en un manto de gran suavidad, pero igualmente contundente. Porque el encuentro que se dio un día en una reunión social, me ha despertado a la única verdad ya sabida: yo soy y seguiré siendo, mi proyecto más importante.