domingo, 15 de diciembre de 2013

30: Flotando en la bruma de los recuerdos

Cumplir 30 años.

Aquí, ante el teclado, soy un hombre diferente: la acumulación de todas las etapas que viví yace ya en mi piel, se profundiza en instantes en mi mente: algunos punzantes, otros satisfactorios, todos los matices de una vida que hasta hace pocos meses parecía rendirse con levedad a la inercia.  Para algunos pueden pasar desapercibidos, pero para mí la realidad de mi crecimiento, de mi permanente cambio, de mi envejecimiento y eventual caducidad, es más que una sombra proyectándose al otro lado de la puerta. Estoy en un punto en que las memorias de mi infancia se entretejen como nunca antes, con el tiempo presente.

Este último año ha sido una invasión de cada una de las etapas de mi vida, en mi momento presente. A veces algo extraño, de reencontrarme con personas, lugares y emociones que no reconocía o que veía remotos. Un proceso de sopesar mis taras y virtudes, de cultivarme un poco más, de desarrollar habilidades largamente pospuestas, de superar atrasos y de recomenzar mis proyectos más esperados, pero sobre todo de sentir y  recordar...aprender a sentir con serenidad, aprender a degustar con fruición los matices del devenir.

Veo pasar frente a mí los eventos de todas las etapas de mi vida, desde las cálidas mañanas jugando debajo de las cobijas de mi casa, con los rayos del sol filtrándose suavemente entre las hojas de un árbol de mango y yo, sobre mi cama: imaginando, creando mundos, una cualidad que creía perdida. Veo también las idas a la playa con la familia y mi amor por el aroma salino de los atardeceres, deseando inútilmente que el momento se prolongara. Los paseos y mi insistencia de visitar las iglesias, para llegar a la casa a dibujarlas y el muy peculiar hecho de decir desde muy temprana edad, con un convencimiento muy propio de mí, que iba a ser arquitecto. De mi insistencia en ayudar en algunas labores de la casa, que sigo disfrutando hacer. De mis dibujos, que le regalaba a mis abuelitos. Parece mentira que sean recuerdos tan remotos. El primer capítulo de mi vida fue como esa luz y esos sueños: un océano de vapor flotando sobre el mar y yo sobre él.

La perspectiva que dan los años es maravillosa. Me ha ayudado a recuperar las cosas que para mí han sido valiosas. Se ha dado cada vez que abro un álbum de fotos, o leo las cartas que me escribieron mis compañeros de escuela y puedo finalmente contemplar quien fui desde fuera. Hace poco me reencontré con un lugar donde fui una vez en mi infancia -acompañado esta vez de alguien que pertenece a esta etapa de mi vida- y mirando el mismo panorama, vi reflejados en el suelo mis pasos y lo lejos que he caminado. Ha sido una sensación que he experimentado muchas veces, con muchos encuentros, a lo largo de este año. Atrás quedaron los países que imaginaba y la tierra que sería fundada un 10 de diciembre del 2013, 21 años después de ser ideada. Mis sueños de ahora no son tan precisos ni los surca el sino de fatalidad que  hacía extremadamente frágiles mis sueños imperiales. Pero gozan de un aplomo que sólo el tiempo pudo darme.

A partir de los recuerdos y los procesos que vivo, este año ha traído una radiografía completa de mi vida. Con ella me di cuenta de lo lejos que estoy todavía de llegar a puerto. Con el diagnóstico, vinieron las primeras medidas para re-encauzar mi vida. Lejos de desesperar por la lejanía, me he hecho profundamente consciente del peso que cada pequeño acto y paso tiene en conducirme en la dirección que quiero. Los años me han hecho paciente, me han ayudado a dejar de exigir tanto la perfección. Con eso puedo decir, que  sé en qué camino me encuentro y que puedo percibir los cambios sucesivos en ese camino. Cambios que operan tanto en el paisaje que diviso, como en mi interior.

Y como los elementos de ese paisaje, las huellas que han quedado de cada momento con el tiempo se han ido desdibujando, para ser sucedidas por otras, pero no se han perdido del todo. Forman parte de cada patrón y contorno en mi ser, como los estratos geológicos, el contorno de antiguos corales en la roca. Mi vida se desenvuelve y con cada fotograma que observo, asumo que no puedo desperdiciar mi vida. Me doy cuenta que, en realidad, la vida que siempre he deseado es ésta, que debo aprovecharla pues en algún momento seré solo un legado, con las capas de mi historia lavadas por el mar.




martes, 2 de julio de 2013

Abandonando la espiral sobre el hielo

La vida está marcada indefectiblemente por encuentros y sucesos que lo hacen a uno ver tambalearse sus paradigmas y asumir de pronto responsabilidades nuevas. Para mí, los últimos meses, desde que conocí a L.b. han tenido ese efecto.

Se trata de un encuentro efímero, un amor que ha atravesado el cielo encapotado de mi falta de ilusión, estancamiento y derrotismo, lo suficientemente fuerte para  dejarme la certeza de que mi camino estaba extraviado y que requiero enmendarlo; pero lo suficientemente rápido para recordar que es un camino que debo asumir yo mismo, sin esperar que nadie me dé la tan esperada receta a mis males. También me enseñó a querer intensamente, pero con la certeza que hasta la más maravillosa etapa está supeditada a muchas cosas, la lejanía, por ejemplo. Que independientemente de si la relación llegue a superar la distancia de un océano en medio e inclusive la prueba del tiempo, sigo estando yo, solo, ante mis enormes desafíos irresueltos y mis procesos de cambio lo suficientemente lentos para probar mi franciscana paciencia a fondo.

Porque en primer lugar, he aprendido que saber y no practicar lo que se sabe, sirve de muy poco. Querer cambiar, pero resistirse a dar el salto, no evita los cambios, pero los conduce en direcciones que uno generalmente no desea e inciden en un desgaste adicional, desilusión y si uno escucha a los demás, cinismo. Me he engañado largamente pensando en los pasos que doy en mil direcciones al mismo tiempo, celebrando con triunfalismo haber cerrado un atraso tras otro, pero las cosas importantes siguen pendiendo sobre mi cabeza y sé que afrontarlas es lo que me hará más feliz, pero he carecido de la fuerza de voluntad para finalmente emprenderlas con la pasión que alguna vez conocí en mí y me diferenció tanto de los demás.  Yo, que en algunas de las peores épocas de mi vida, sobresalí en tantas cosas, ahora que soy mucho más fuerte, más curtido por la vida, más incisivo sobre las realidades de la vida, siempre tan profundamente cartesiano, organizado, detallista, he estado patinando alrededor del mismo hoyo de un estanque helado por ya mucho tiempo, atrofiándome y perdiendo el impulso.

El hecho por el que L.b. ha sido tan importante, no es el que haya aprendido mucho que fuese nuevo sobre la situación de la que estoy empezando a salir. Sino que me ha confrontado con mi parálisis, enseñándome que la solución de mi crisis no estaba en complejas ecuaciones, que esperaba poder resolver antes de salir del estanque, sino simplemente en un acto de voluntad que como todos los esfuerzos que he hecho hasta el momento, se nutre de cambios que he acumulado con el tiempo, pero fundamentalmente, de un solo acto.

Porque hay que poner las cosas en perspectiva, ciertamente no debí haber celebrado esos pequeños cambios y avances como si fueran el gran salto esperado, pero estos existen y me han llevado a ser la persona que soy hoy día. "Ya no puedes modificar los errores del pasado", me decía L.b. "éste es el momento que tenemos a nuestra disposición y en él cabe solo vivirlo". De pronto centenares de páginas de libros de auto ayuda se redujeron en una cápsula comprimida de realidad, que debí tomar finalmente, sin protestar, como es usual.

Lo mismo aplicaba para nuestra relación, que seguirá en la distancia, solo podíamos disponer de los momentos que compartíamos, de las palabras que decíamos, del pequeño sacrificio que por nadie más quise dar, del breve instante compartido en nuestras vidas que preludiaba una larga separación, quizás definitiva. Tomos y tomos de creerse realmente valedero de lograr los sueños que uno siempre ha cobijado, de empezar a darse de nuevo el valor que uno tiene, de no regalarse a quienes sencillamente no te aprecian ni te entienden, de desapegarse de las personas a las que sí les importas...y sin embargo, brindarles lo mejor de ti, me han sido dictados de una manera que finalmente entiendo y puedo traducir en acción.  Porque me volví experto en el arte de diagnosticar, pero no en el de resolver. Porque sabía, pero no entendía.

En cuestión de pocos días, la distancia va a imponer su ley, pero en mí está el hacer mi parte de mantener viva una relación en la que creo. Porque creo en mí mismo, en primera instancia. Y porque sigo en el proceso de construir la persona que quiero ser, pero para ello sólo tengo las herramientas a mi disposición en este momento, quizás escasas en lo externo, pero tan abundantes como quiera para las internas. Ese sueño de persona implica abandonar las convenciones de lo que es el éxito, de lo que debe ser en otras personas el ritmo de crecimiento, pero especialmente, no angustiarme con lo primero ni conformarme con lo segundo. Y para eso ya no estará L.b.

Por eso le agradezco, como ayer que lo último que nos dijimos fue un "hasta mañana", sabiendo que serán muchas mañanas, tardes y noches de este servidor contra su propia imagen reflejada en el espejo, luchando por salir del marasmo y corregir de una vez tantas sendas... Le agradezco ciertamente por su cariño y por su claridad de miras, por su deseo de dejar una huella en el mundo, que me recuerda quién fui, por su determinación envuelta en un manto de gran suavidad, pero igualmente contundente. Porque el encuentro que se dio un día en una reunión social, me ha despertado a la única verdad ya sabida: yo soy y seguiré siendo, mi proyecto más importante.



domingo, 7 de abril de 2013

6840°

Di una vuelta al círculo, para saber si encontraba al final del camino, algo que le diera sentido a mi recorrido. Me di cuenta que recorrer un círculo es una trampa que uno mismo se impone, con la esperanza de hallar algo al final. Supe que yo debía ser lo que había encontrado: el proceso, la ganancia interna, el cambio. No fue el premio a mi esfuerzo de contener la respiración y mantener el equilibrio de girar en torno a un mundo que ante mis ojos se abría en incontables tangentes hacia el infinito, que no quise seguir por temor a dejar el círculo. Yo era quien debía ser mi propio sentido, pero buscando algo indescifrable me descuidé y descuidé las cosas que amaba, la gente que alguna vez fue importante en mi vida, mi tiempo, cosas que nunca fueron ideales pero se han ido desvaneciendo. Ahora no las tengo, pero lo más importante, no me tengo a mí. Prescindo de mí y de mis medios para escribir estas palabras: seguí dando tantas vueltas a ese y otros círculos de su vecindad en una vana búsqueda, que llegó el punto en que solo existe lo que queda de mí, nadie más. Ahora soy la cáscara que cae al suelo al abrirse en busca de algo valioso, pero adentro no había nada, no había siquiera la savia que mantiene unida la vida, me volví eso: cáscara y vacío. Di la vuelta al círculo buscando...ahora voy de vuelta para ver si puedo recuperar algo de lo perdido, pero sobre todo, si puedo aprender a sentir el camino y con ese sentir, experimentar los cambios que alguna vez quise ver en mí.  O quizás, procurando pretender demasiado, aprender el modo de dejar de recorrer cada círculo que me encuentre tirado en el campo aparentemente enorme de mi devenir. En ese recorrer, me perderé quizás entre las pestañas que el sol dibuja al atardecer al descansar.

jueves, 28 de marzo de 2013

Cerró la tienda de baterías

Sí hay tal cosa como ser demasiado uno mismo. A mí de manera creciente me invade esa sensación. Porque por más que quiera, aquello que siempre creí pasa a ser una profecía autocumplida. Porque aunque no piense en ella y luche constantemente para cambiar mis paradigmas, su presencia se agiganta con cada sucesivo fracaso.

Desde la conclusión de mi último noviazgo, eso se ha vuelto de nuevo patente: los proyectos que nunca terminan de concretarse, la sensación de ser inadecuado ante las circunstancias violentamente cambiantes y las demandas "para ayer". Me pregunto si alguna vez tendré la fruición de un logro obtenido. Si alguna vez los cambios que trato de implementar yo mismo, me los creeré. Y de la vida adulta, ni hablar, he saltado al vacío desde mi zona de comodidad, pero no he terminado de tocar fondo, no creo que sea pronto, me aterroriza este grado de inestabilidad pero sé que es necesario. No creo que siquiera valga la pena el esfuerzo que he dado.

¿Y por qué no me la creo? Porque en realidad desde hace muchos años perdí el insuflo de vida que hace que las cosas valgan la pena. Ahora las cosas son porque sí, porque hay que sobrellevarlas, porque hay que dar el mejor esfuerzo, porque no puedo rendirme, porque muchas personas creen en mí y han puesto sus buenos oficios en darme la mejor educación, la sinceridad de sus consejos, las mejores oportunidades, empezando por la oportunidad de poder decidir decaer lentamente hacia la insignificancia y la extinción.
No porque cada neurona mía comulgue con la idea.

Es triste, pero yo ya di lo que debía dar, lo que podía dar con ilusión y certeza. Atrás quedaron las convicciones, atrás quedaron las llamas de un nuevo mundo que quise prometerme y prometer a los demás. Los sacrificios se prolongan indefinidamente, por lo que ni siquiera el esfuerzo obligatorio y la sonrisa que creí que procedía de mí mismo hacen algo para frenar mi enorme insatisfacción, frustración, desilusión y hartazgo con lo que se llama vida.

Quedo con estas palabras:

Sí hay tal cosa como ser demasiado uno mismo.
Solo espero que no me tome toda la vida
para terminar de enterarme.
Que cada neurona que me comanda explote en llamas de furia,
de comprensión de lo inevitable.
 No solo enterarme: comulgar, creer en eso,
que en el cielo en torno mío
las reverberaciones de mi grito
sean como las cuerdas vocales
de mi indignación.
No sé el porqué de mi autoconsciente ignorancia:
los signos han sido evidentes,
las cejas de la vida fruncidas, los gestos de incomodidad que solo yo
no he querido entender, la rapidez en el abrazo de despedida
y el resquemor de saberme incompetente.
Incompetente para vivir en sociedad, para alguna vez pretender
el compartir mi vida con nadie.
Porque yo debo ser mi todo y si no lo logro,
no lo seré de nadie.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Physical debate










Como siempre me debato

entre las ansias de agarrar todo por su centro de gravedad

y el poder de realizarlo

me desdoblo en espera de multiplicar los minutos

cruzar las partículas cuánticas

y ganarle la batalla al rayo de tiempo/espacio einsteniano


hacía tiempo decía poseer poderes

para incrementar mis ganancias

hoy mis planes se hacen más y más pequeños

en espera de encontrar en las palancas

un punto de equilibrio que sé que no aparecerá.