domingo, 9 de febrero de 2014

Apenas un estallido en el firmamento.

La vida es demasiado valiosa (y breve...) como para partir de intentar satisfacer a otras personas. Uno es y casi con seguridad será, su mejor juez. Uno decide estar a buen recaudo de su propia conciencia. Y ser lo mejor que puede ser, por más que griten el cinismo y el ánimo de homogeneidad. 

Este mundo está lleno de cinismo y desea que todos seamos parecidos. Cinismo que corroe, que hace dudar de las buenas acciones, que hace que la gente te mire con cara de duda cuando acudes a ellos por consejo, que hace que te apliquen la ley del desprecio cuando intuyen que no eres "una persona respetable". También de ánimo de sabotear hasta las cosas positivas, de dar el todo por el nada e ignorar las cosas buenas para enfrascarse en señalar sólo lo malo. Yo lo veo cada vez que me enfrento a gente que encontró un rincón fácil de su zona de comfort y en él permanece, por largas temporadas,  a veces por el resto de su vida, pero además tiene el atrevimiento de extrapolar a todo el universo sus criterios.

Lo veo en todos lados, en la gente que se rindió de hacer las cosas un poco diferente. De la gente que se conformó en que "por lo menos" tiene esto o aquello, de la gente para la que casarse con alguien es una garantía de por vida, de los que te piden "no hacer olas" cuando empiezas en un lugar de trabajo, de los que viven de etiquetar. Aplica también  a la gente que cree que tiene derecho de piso en algún lado y a todos los extraños, los repele con la misma fuerza que una fiera.

 Lo veo mucho con los que se oponen a la comunidad LGBTI, pero también contamina ese cinismo a la comunidad. Sobre todo en aquellos que quieren aplicar un pensamiento esencialista: el todo o la nada, vos nacés marcado por tal característica y eso define tu vida. De que vos al ser de la comunidad debes ser de tal o cual modo, porque los hombres "sólo pensamos en sexo", o porque tenés que romper el esquema de la sociedad, a la fuerza. De que vos no eres de la comunidad si no tienes una diva a la que idolatras. De los que si vos decidiste intentar una relación de pareja estable, te profetizan la pronta derrota. Que si vos además de eso decidiste tener un hijo (en el caso hipotético de que pudieras acceder a ese derecho), estás copiando el "modelo heterosexual". Del otro lado, aquellos que si decidiste disfrutar tu sexualidad de un modo diferente, con quien te place, te remarcan el terrible desvío de la norma y el mal ejemplo que das a la comunidad, el pecado y todo lo demás. De los que te clasifican por tu contextura, estatura, edad, estado financiero y vestimenta, apenas entras a algún lugar y te miran con la misma vaciedad que la gente beata, necesitada de marcar una cancha donde ellos sean los ganadores.

Disiento fuertemente.  El mayor tesoro de cada quien es su identidad...que es permanente, pero al mismo tiempo: uno cambia, uno aprende y  lo que puede aplicar para una época o una vivencia, no lo puede hacer para otra. No está de más decir que no soporto la tendencia a pensar en la gente a partir de esencias: el gay promiscuo, la mujer débil, el hombre dominador, el rico fascista, el pobre perfectamente puro, el rico trabajador y noble, el pobre ladrón y "dependiente" y así al infinito. La gente es compleja, hay que entenderlo de una vez. Y esa complejidad viene acompañada de contradicciones y todos los matices de luces y sombras posibles.

No hay nada más maravilloso que llegar a acceder un poco a esa complejidad y encontrar en los demás un espejo de cosas de tu vida, una lección, algo potente que compartir, algo por lo que acompañar a esa persona (una amistad, una relación), algo que descubrir todos los días de tu pareja. Pero creo que lo más potente que te puede brindar eso es darte cuenta de lo que debes mejorar, de algo que no habías podido o querido entender antes, de algo que habías despreciado como 'poco importante' y de pronto le encuentras el sentido, toda la riqueza que la experiencia de vida de alguien puede darte. Muchos de esos casos puedo dar de mi vida, ella es especialista en cerrarte la boca de las cosas que despreciaste, si vos tienes la humildad suficiente de reconocerlo.

Las cosas son así para mí: yo decido casi todo lo que atañe a mi vida, empezando por mi actitud ante ese cinismo y esos espíritus de homogeneidad. Yo decido creer en un futuro mejor y luchar por él, yo decido no rendirme, yo decido ser el idiosincrático, el que hace las cosas menos esperadas (no por una pose, sino porque me gusta expandir mis posibilidades), el que se prueba a cada rato de maneras diferentes, el que hace cosas a las que había renunciado, entiende cosas que no entendía, que donde los demás se conforman, se amoldan o se limitan a recoger su cheque a fin de mes, se decide a ver cómo poner una semilla de cambio. El necio, el inoportuno, el que no encaja, el que decide no escuchar a la gente que no tiene de dónde externar una opinión sobre uno y escucha con atención, pero también discernimiento, a quienes sí lo conocen. El que todavía cree en construir una relación de pareja cimentada en el respeto y con ello aunque sea por un tiempo, hace su mundo un lugar mucho mejor. Y si decide hacer otra cosa, también lo hace de corazón, no porque sea bueno, malo o pésimo para alguien más.

Sobre todas las cosas, el que decide ser sí mismo. La vida es demasiado breve y uno es como el estallido de fuegos artificiales, uno puede escoger brillar con intensidad en el firmamento, o no hacerlo y pasar por una cortina de humo.