lunes, 23 de abril de 2007

Mesias en el cielo

Mesías en el cielo

El Mesías.
Despuntaba su silueta borrosa
en el fondo del cielo de tormenta,
eran multitudes las que se peleaban
para llegar a él,
pozo del vacío,
eran multitudes
y tú, sin verme, entre ellos.
Era el último día de los tiempos
y sólo yo quedé aquí,
tú, no sé qué fue de ti
(no sé qué fue de mí).
Era el Mesías el que veía
o era lo que los demás querían que viera,
los ojos que no veían sino las almas
desmembradas sobre la playa,
un señor con cayado y sandalias que no se divisaba más
una luz que cesaba de existir
suspendida sobre el telón de fondo del universo
mirando burlona hacia la Tierra
y no veía.
La luminosidad
se perdía
escrita en el fondo de una carta no enviada,
guardada bajo una cama
que nunca recorrimos.
Y creía que era el Mesías
mientras el mar se arrugaba entre la arena
las olas de la lejanía
se perdían tras las barcas más cercanas
y ya no te veía.
Era un escape monstruoso,
una forma de huir de esta concavidad
desesperante,
fuerza centrípeta que me unía al huir,
¡tanta pérdida! ¡tan poco color!
Era un titán, la vaina de la infamia
mecida por las ráfagas repentinas,
la furia, la inercia,
la necesidad de ser alguien,
era un borrón entre el sol y mí
y todos lo veían,
para todos existía,
excepto para mí ¿o para tí?
9/2/2006

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