domingo, 22 de abril de 2007

Enterrarme


He decidido de pronto enterrarme contigo,

los hombros colocados en un túmulo

que quiebre el perfil de la cordillera

en trozos de papel fotográfico

de esos que no mirarás más, ni tu ni media
humanidad.

Quisiera romper en llanto, pero no,

es una salida incompleta,

creo que enterraría mis memorias

poco a poco, comenzando con los días

en la central hidroeléctrica, de niño,

cuando me admiraba de los ruidos,

del brillo del metal recortándose

y el suave sonar de la carretera,
rota como una vieja cicatriz en la selva.

Eran tiempos en que estaba empezando a creer

y yo, crédulo, creí que las cosas cambiarían;

pues sí, han cambiado,

pero nada de lo que había entonces ha vuelto

nada de lo que me arrebató el tumulto

retornaría a mi cuarto,

quizás por mudarme tanto no han vuelto

o talvez porque se evaporaron como los murmullos

de la noche en la ropa tendida

o el agua de estas lluvias en el asfalto

de kilómetros que le robaron al valle.

Enterraría luego mis sueños, esos artículos

perniciosos que son como el árbol de Tántalo

o un espejismo blanco del Ártico.

Entonces sonreiría, porque no desearía ni recordaría nada,

no sería el pasado un tormento y no sería salir a la calle

un crepitar de ruedas pisando el suelo, o solo eso.

A continuación enterraría los días, las constelaciones,

los gritos, a la música, en fin todo trozo o fragmento

físico que me traiga de vuelta a mi largamente cocinado fracaso.

Y por último, me arrastraría yo, en largos suspiros roncos

sobre el zacate recién cortado

entre catedrales de cristal y monumentos a mi incompetencia,

me arrastraría con un libro de Neruda y otro de Benedetti,

crispando la atmósfera con cada bocanada de aire

que le robe a este desierto que llaman valle

a cada criatura que intenta hundirme en mis fosos,

a todos complacería. No existiría yo,

explayándome en las preguntas que nadie me pregunta,

ni sintiendo las cosas que a nadie le importan.

Sólo sería una emanación pitagórica, un número, que asciende y cae

movido por ráfagas de viento y sal.

Sólo quedaría una borrosa colección de nombres

y nada más.

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