martes, 2 de marzo de 2021

30 años de continua formación


Ayer se cumplieron 30 años de que entré a la escuela (primaria).

Todos los que me conocen realmente, saben lo central que son la educación y el aprendizaje continuo para mí: no concibo un día en el que aprenda algo o avance algo en mis tareas personales, a veces incomprensibles desde afuera.

Lo de querer ser ingeniero fue una fase, porque desde los 3 o 4 años ya decía que iba a ser arquitecto y volví a decirlo un poco después...y así ha sido hasta el día de hoy, que en efecto lo soy y, lo más importante, lo siento crecer en mí... porque un arquitecto surge y evoluciona, no solo es.

El trabajo en la industria del diseño y la construcción es mi sueño, mi vocación, mi parcela principal de querer incidir y crear un cambio en el mundo, sin desmérito para nada de otras áreas que he ido incorporando en mi vida y que valoro muchísimo. En específico, el campo de la sostenibilidad en la construcción es tremendamente importante para contener el consumo desmedido de recursos y el cambio climático motivado por nuestras actividades insostenibles y, por eso, promoverla y educar sobre ella ha sido fundamental en mi crecimiento como profesional y persona, sabiendo que, cuando retorne a diseñar (que sé que se dará relativamente pronto), lo haré con otro bagaje y en completamente otro punto de mi vida que cuando me gradué de la carrera.

La educación, formal o informal, no es un arma para ir al mundo y solo generar un ingreso o estatus, es una herramienta para ayudar, para transformar el mundo en algo mejor: para uno, para los suyos, para otras personas y otras criaturas. No coartemos nunca el espíritu y determinación de los niños por alcanzar estos sueños. Porque si hay algo que tenía entonces y que me sigue caracterizando hoy día, es esa claridad de lo que quiero y esa determinación profunda por alcanzarlo.


martes, 26 de mayo de 2020

25 de mayo, 2020

Estamos a solo horas de que llegue el día que el niño y adolescente nerdo, socialmente inadecuado, solitario y gay, que se sentía único en el mundo, que se sentía condenado a un futuro de soledad y que tenía pánico del odio de la gente (varias veces vivido), pensó que nunca llegaría.


A partir de mañana, un hombre adulto y profesional, totalmente diferente, tendrá acceso a una posibilidad que parecía demasiado difícil de lograr: el matrimonio igualitario. Es algo que deseé por muchos años, al igual que muchos de mis amigos, que están en relaciones de amor y de compartir, con sus parejas de años.



Ya sea que yo llegue a conocer a alguien con quien compartir esa decisión tan importante o no, (aunque reconozco que he tenido compañeros maravillosos, inteligentes, determinados, íntegros, creativos y comprometidos con algo más allá que ellos mismos), esta lucha, en la que muchos amigos han puesto alma, vida y corazón, no ha sido fácil, pero justo eso la hace mucho más valiosa y la hace llegar a este punto. Otros seres humanos, que desearon un futuro libre de discriminación, no llegaron a ver este día. Algunos de estos seres humanos, inclusive, pagaron con su vida el ser diferentes.



Para mí y muchos de mis queridos amigos, este es un momento increíble, en que seres humanos reales y que amamos a este país, vamos a acceder a un nivel de ciudadanía igual al de los demás costarricenses.



Mañana esta hermosa Costa Rica, cuyos paisajes he recorrido en busca de pueblos serenos, atardeceres luminosos, bosques llenos de vida y montañas imponentes, amanecerá más justa e igualitaria. Entonces, en un poco pero significativo "más" , muchas personas podrán acceder a mayores instrumentos para su realización personal y creo que eso es lo mejor que esta hermosa tierra puede vivir.



Buenas noches, Costa Rica. El mañana puede ser brillante.

viernes, 8 de mayo de 2020

Mi rareza


Nunca he sido lo suficientemente hombre, ni lo suficientemente tico, ni lo suficientemente geek, ni lo suficientemente gay, ni lo suficientemente "burgués", ni lo suficientemente arquitecto, ni lo suficientemente izquierdista, ni lo suficientemente nada...pero he encontrado algún modo de labrar y defender a muerte mi identidad, en medio y a pesar de las opiniones de la gente. 


Mi rareza me ha acompañado toda mi vida. Fui el niño que precisamente no soportaba a los niños y cuyos pasatiempos incluían el dibujar paisajes y ciudades reales e imaginarias, jugar a los bolos, memorizar mapas y armar edificios con tucos, siempre alejado lo más posible de criaturas y situaciones ruidosas. Sin embargo, lo que más me gustaba era leer -no importaba si era ficción, una enciclopedia, o un libro ilustrado sobre ciencias- y ahí mi mente escapaba en busca de personajes ilustres, paisajes lejanos y épocas aún más lejanas. Siempre fui el niño que se sentía mucho más cómodo rodeado de adultos y hablándoles de tú a tú, que de personas de mi edad...y detestaba ser tratado de arriba hacia abajo, como la mayoría de adultos (ignorantemente) trata a los niños, tal y como si fueran seres incompletos.

Siempre he tenido una habilidad prodigiosa para caer mal de inmediato y para ser malinterpretado. Nunca me olvidaré de cuando fui castigado en el kindergarten por cerrar la puerta de un clóset, que vi desordenadamente abierta, sin saber que había una niña adentro, con los dedos asidos a una bisagra. Yo simplemente no entendía por qué generaba tanto rechazo automáticamente...y simplemente opté por aislarme en mis ideas y conocimientos. Y no es que tampoco le cayera muy bien a mis profesores, porque era el alumno número uno en corregirlos cuando osaban confundir la ciudad de Alajuela con la provincia de Alajuela, o cualquier otra imprecisión de algún tipo. 

 A mis nueve años fue para mí clarísimo, pero a la vez, muy orgánico, cuando empecé a sentir atracción por los hombres...y, por supuesto, en una sociedad como la costarricense de los noventa, la sola suposición de que uno lo era despertaba inmediato y abrumador rechazo de todos, así que decidí vivir con mi "secreto" y ocasionalmente inclusive traté de reprimirlo, pero, claro, eso se probó sobradamente como inútil. Entonces, ahí tenía una cosa adicional que me separaba de ese mundo que me parecía extraño, regido por una arbitrariedad capaz de causarme insomnio desde temprana edad. 

Deseaba como ninguna cosa llegar a ser adulto y así, contaba los años para alcanzar la mayoría de edad. Pensaba que los adultos comprendían el mundo y sabían -de alguna manera- cómo afrontar todas las situaciones y problemas. Yo, entonces, sumido en temores e incertidumbres, pensaba que alcanzar la mayoría de edad haría las cosas mucho más fáciles de afrontar y las decisiones mucho más fáciles de tomar. Con los años me daría cuenta que las experiencias y las arrugas se acumulan, mientras uno se mantiene en un estado indistinto de ser y no ser -al mismo tiempo- el niño y el adolescente que alguna vez caminó por las calles. A diferencia de lo que yo pensaba, ni siquiera las personas que pueden ver un poco más allá tienen a su disposición esa llave mágica para comprender todas las circunstancias y tomar determinaciones sin equivocarse de vez en cuando.

En el colegio Humanístico mi mente se abrió enormemente. De pronto era como si el cofre de los conocimientos y del pensamiento humano se hubiera abierto ante mí, justo en una época sumamente difícil en lo personal. Por otro lado, luego de mi primer (y enteramente platónico) enamoramiento, que había empezado en mi colegio anterior, llegué finalmente a estar un poco en paz con el hecho en sí de ser homosexual; a partir de entonces, todo empezó a encaminarse hacia un larguísimo camino de auto aceptación. Por supuesto, seguí teniendo una buena dosis de conflictos con el mundo a mi alrededor y por diversas razones, pero también empecé a sentir lo que era ser aceptado por una persona real. Y esa persona, mi mejor amiga, fue la primera que contó con algún grado de acceso al yo verdadero, que tan celosamente había mantenido para mí hasta entonces. 

Entre los conflictos que tuve con otra gente, me acuerdo claramente de uno con unas compañeras de clase, con quienes una vez no me guardé un comentario sobre mi consideración de que estaban erradas sobre alguna cosa. Mi eterna falta de sutileza y mi carácter explosivo en acción después, terminé en la dirección del colegio, donde me sentí entre la espada y la pared, con la directora de un lado y mis compañeras del otro, criticándome y esperando un acto de contrición de mi parte. En cierto punto de la conversación, me dijeron que yo "de seguro debía ser falso y mostrar permanentemente una careta, porque no era normal que una persona hablara así, de esa manera tan aparentemente calculada y afectada, que ninguna persona podía realmente ser así". Pero bueno,  con mi hablar calculado, mis palabras de diccionario y mi necesidad de procesar ampliamente las cosas, yo solo estaba expresando mi yo real, nada de eso era una afectación. 

Otro aspecto fundamental que desarrollé en ese colegio fue una conciencia social muy fuerte y eso, sumado a mi eterno odio contra las injusticias que presencio, me labró como pocas cosas en mi vida. Al día de hoy, decir que "los pobres lo son porque quieren", o pensar que el mundo se construye a partir de la competencia brutal y la explotación de todo lo que hay entre cielo y tierra, son básicamente antónimos de mi actitud hacia la vida. Tampoco me convertí en lo que llamo un "sobaquero de Marx", que es el tipo de persona que cuenta con la misma actitud hacia las ideas de izquierda que los fanáticos cristianos o los apólogos del mercado a los que tanto critican. Así que la idea de apoyar a una dictadura fratricida, por el solo hecho de que sea de izquierda, es algo bastante incompatible con quien soy. Por supuesto, contar con mi apoyo para las dictaduras de derecha es algo aún menos posible. Poder, en suma,  tener una conciencia de la importancia de lo social y de lo político...y caerle igualmente mal a los fanáticos de la derecha, como a muchos de mis compañeros de luchas (más seguidores de una línea de pensamiento preestablecida) se ha convertido en una de las cosas de las que me alegro. 

Pasaron los años del colegio y en la universidad claramente muchas cosas cambiaron, pero otras que me fui dando cuenta eran esenciales, permanecieron. Entre las cosas que cambiaron, la primera de ellas fue percatarme -en terapia- de la primera razón de mi extrañeza, llamada entonces "Síndrome de Asperger". Para mí, fue al inicio y por meses muy deprimente, porque me sentía condenado a nunca encajar socialmente y menos en una sociedad donde la mayoría de la gente es tan sociable y tan despreocupada de todo, como la costarricense. Luego de mucho tiempo y reflexión, fui encontrando que más bien muchas de esas cosas que podían verse como desventajas, también tenían ventajas asociadas. Por ejemplo, mis ansias de perfección podían hacerme ver socialmente como pesado e inflexible, pero bien que me habían hecho tener éxito académico y destacar en muchas áreas. Otro ejemplo era el de mi brutal sinceridad, que cuantiosos altercados  me había generado, pero que sentí también me brindaba la habilidad de tener y mostrar una manera contrastante de pensar. Y así sucesivamente, de algún modo encontré cómo hacer de esas presuntas y desventajosas diferencias un medio asertivo de marcar mi diferencia, de mostrarme en esta diferencia y especialmente, de demostrarme a mí mismo mi capacidad de superar las barreras que encontraba en mi camino.

Entre esas barreras estaba la de nunca poder encajar en la sociedad. Con muchos años y mucho esfuerzo, por ejemplo, encontré cómo cultivar un sarcasmo y un humor que sería la delicia de mis amigos del "Clan", cuando finalmente pude contar con un grupo de amigos. También -y algo que mi asesora educativa de la universidad inmediatamente destacó- fue que llegué a participar en un movimiento social e inclusive ocupar una posición de coordinación en éste. Durante años pensé -alimentado por mi perfeccionismo y mi necesidad de rigor- que mi tiempo ahí había sido una experiencia desastrosa, pero con el tiempo he logrado visualizar que efectivamente llegué a alcanzar algo que no se esperaba para una persona con mis características. Poco a poco, a mi propia velocidad y de mi propio modo, fui conquistando varias limitantes. Además a punta de aprender y copiar modos de reacción de las personas (por ejemplo, viendo películas), de abrirme a las personas que lo merecían y de mostrarme como soy sin miedo al a veces esperable rechazo, aprendí cómo de alguna manera desempeñarme en un medio social y no solo existir en ese medio, sino inclusive prosperar . 

También -y de una manera paulatina, traumática y entrecortada por depresiones entre cada rompimiento- pude encontrar de algún modo algo llamado "amor". Al inicio fue extremadamente difícil; efectivamente muchos maes me dijeron unas cuantas veces que yo era "demasiado extraño",  "demasiado negativo" y que yo "nunca tenía tiempo". Los años me enseñaron que la tercera cosa era totalmente cierta (y lo sigue siendo), pero que las primeras dos no me condenaban a un futuro de ostracismo y soledad. Eventualmente -y con un hombre maravilloso e íntegro, compañero del viaje de la vida por casi dos años y medio- también encontraría el amor y me daría cuenta que el amor no es un sentimiento, sino un proceso y que tan gradualmente como puede uno elevarse a lo alto, sobre las nubes y sentir inflamarse cada aspecto de tu vida con su resplandor cálido, puede ser eso lentamente consumido por la pérdida de la comunicación y  de los espacios de compartir. También aprendí a darle un enfoque más objetivo al amor y que éste no debe nunca implicar que una de las partes abandone su individualidad y sus sueños:  él y yo siempre repetíamos "tus sueños, mis sueños, nuestros sueños", marcando con el girar de las manos los límites a veces imprecisos entre cada uno de ellos. Ese amor, aún después de haber terminado, me mostró que efectivamente yo merecía lograr mis sueños, por los que tanto había luchado y poco después de terminar nuestra relación, yo finalmente tenía en mis manos el título de arquitecto que desde los 4 o 5 años de edad deseaba alcanzar. En definitiva, aprendí de esa y de todas mis relaciones posteriores, a ser un mejor hombre: siempre cultivando nuevas actitudes, experimentando nuevos sabores de la vida y encontrando tesoros de experiencia y conocimiento en la otra persona, con cada nueva iteración del amor. 

Mis años de vida profesional me han mostrado que efectivamente soy diferente y hasta raro, que mi esencia y mis experiencias de vida me han marcado de una manera que a ninguna otra persona en el mundo y que es mi derecho tomar esa extrañeza y convertirla en mi enfoque de vida. Ya sé que no importa que unos me consideren "demasiado gay" y otros "demasiado poco gay", que unos me consideren "demasiado antirreligioso" y otros "demasiado religioso" (tuve sus buenos rechazos amorosos por ambos motivos) y sé que cada persona juzga desde su espacio y su visión de mundo y que efectivamente, esas visiones tan disonantes de lo que uno es son perfectamente posibles. Y también he aprendido que, a diferencia de lo que pensaba, en realidad todas las personas son también extremadamente diferentes entre sí, a diferencia de lo que esa inmensa y homogeneizadora pared del conformismo social y la norma, hacían parecer.  Y el más importante aprendizaje de estos últimos años, ha sido el de aceptar que no puedo complacer a nadie y efectivamente no debo vivir para satisfacer deseos, creencias y visiones de otras personas, sino los míos; que puedo vivir mis procesos y superar etapas a mi propio paso, sin sufrir por no hacerlo de la misma manera y al mismo paso de otras personas. Ese creciente "valeverguismo" me ha hecho -cada día que lo he cultivado- un poco más libre y un poco más feliz en mi extrañeza, porque me ha enseñado que no encajar está bien y que tampoco esto último exime de la posibilidad de sí encajar en algún otro rincón de este mundo diverso y caótico, de una manera diferente. 

Y así, desde la perspectiva de mis 30 y pico años, regreso a mi infancia y al momento, que debió ser terriblemente traumático, en el que una compañera de la escuela, al final de un año lectivo y obligados todos a enviar regalos de "amigo secreto" a los demás, me dejó una carta -escrita con inocencia, pero claridad- en la que decía que yo era "demasiado extraño, pero pura vida". La distancia de releer ese mensaje en mi adultez me recordó que hay cosas que conforman mi esencia y permanecerán por siempre y que parte de esa esencia está en (según creo) ser cariñoso, cortés, gentil y agradecido. También podré ser incomprensible, de un ánimo volátil o enojarme por guerras en países que a pocos les interesan, o por palabras y situaciones aparentemente inofensivas, pero esa diferencia me enriquece y me construye a cada paso de mi vida y es digna de celebrar. Así, es mi responsabilidad de cada día vivir esa diferencia, convertirla en una voz y -a mi extraña manera- darle sabor, color y forma a mis aspiraciones más auténticas, en aras de mi realización personal y de que ésta asimismo ojalá contribuya a un mundo mejor para todos. Lejos del saber universal y claridad meridiana que esperaba en mi niñez que tendría algún día a mi disposición, esta eterna complejidad y caos, me invitan a afrontar al mundo de mi muy propia y muy sentida manera, hasta el día en que simple y silenciosamente deje de existir. 

miércoles, 19 de diciembre de 2018

35




Esta se convirtió en mi foto favorita, entre todas aquellas que había tomado hasta ese momento en mi vida. La considero una metáfora de lo que los años me han enseñado que es la vida: superficies que se superponen unas a otras, donde las barreras entre ellas son complejas y hasta indescifrables...donde uno parece estar rodeado en todas direcciones de un bosque oscuro, pleno de obstáculos aparentemente infranqueables. Pero esta foto y la vivencia del momento en que la tomé también me dicen que los caminos existen, que a algún punto podré llegar remando, que la vida abunda en los lugares más insospechados. Especialmente, esta foto me dice que la vida se compone de dos cielos de mística belleza que se reflejan entre sí, que nos abarcan enteros a lo largo del tiempo que no es dado y que nosotros estamos en medio, en el presente, extendiendo las manos hacia el futuro, como esperando hacernos uno con esos cielos y su inmensidad.

El camino para darme cuenta de ello no ha sido fácil, pues tuvieron que pasar muchos años para sentirme bastante cercano a ser el hombre que aspiro ser. Grité mis reclamos contra el cielo por no entender por qué parecía no encajar en ningún rincón del mundo, me negué a mí mismo, me sentí mínimo y dominado por fuerzas totalmente fuera de mi alcance, quise volverme invisible y odié a la gente, al mundo y a la vida...me consideré dispensable. 

Pero el tiempo realmente lima las asperezas y si no aclara las cosas, al menos me ha dado la fuerza para afrontarlas, aun cuando flaquee a veces. Así, por ejemplo, logré alcanzar muchas metas que me planteaba. Me percaté que nada me define menos que la opinión negativa e ignorante de la gente, independientemente de quienes sean. Lentamente me hizo saber que, en primer lugar, nunca hubo necesidad de encajar. Me di cuenta que no tengo por qué cumplir las mismas etapas y al mismo tiempo que otras personas, ya sea porque yo me lo exigiera o porque algunas personas me hicieran creerlo indispensable para mi ciudadanía en la humanidad. Supe luego de mucho tiempo que las decisiones son elusivas al don de la perfección, pero debo tomarlas. También supe que, a pesar de haber creído lo contrario, amo mi carrera y que soy una de las personas más determinadas, disciplinadas, conscientes y sinceras que conozco. Supe que aun cuando siento mis fuerzas flaquear en una cuesta hacia una montaña cuya cumbre parece lejana, cuando no logro descifrar cómo hacer algo, o mi mente me intenta boicotear, haciéndome creer que no tengo la capacidad de lograr una tarea, todavía puedo tomar aire y dar mi mejor esfuerzo, independientemente de si gano o no una medalla por ello. Supe que la energía del amor y la aceptación de mucha gente amada, hacia mí, es algo que me energiza en mi lucha del día a día. Pero sobre todo, adquirí la consciencia que no vale la pena vivir la vida de otra manera que no sea ofensiva e inexorablemente auténtica, para lo cual es fundamental conocerme, aceptarme y amarme. 

Cada vez los años se vuelven más cortos y, volviendo a la foto, sé que en mi camino por los diversos canales, hacia mi puerto, tendré mi mayor disfrute en cada uno de los rincones que visite, de los parajes que observe y que mi satisfacción dependerá enteramente de mí. Por ello, no puedo darme el lujo de no sentir con intensidad cada experiencia que la vida me regala: como cuando siento el viento refrescante de una noche de  diciembre envolverme en su manto o como cuando mis manos se deslizan con suavidad por la piel de un ser amado mientras lo observo con ternura. Solo sé que estoy en esta barca, dentro de este vasto humedal y eso me hace feliz hoy.   


martes, 31 de julio de 2018

La Sostenibilidad, motor de las ciudades costarricenses hacia el futuro





Uno de los desafíos más apremiantes para la humanidad es limitar los efectos del cambio climático causado por las actividades humanas. Las transformaciones deben producirse en las estructuras productivas, en los estilos de vida y los costos económicos, ambientales y sociales.

En el modo tradicional de considerar el planeta se impuso tradicionalmente una visión extractiva y una creencia irracional en la existencia de recursos inagotables. Esto ha sido desmentido por el enfoque de desarrollo sostenible: el cual parte de una visión integral del ser humano como parte de la red de interacciones que se dan en la biósfera, lo cual exige responsabilidad de este con su medio. Así, todos debemos modificar nuestras prácticas para cumplir con los ambiciosos objetivos de reducción de gases de efecto invernadero.

Costa Rica ha afrontado crecientemente las consecuencias del cambio climático, la contaminación y la escasez de recursos, como el hídrico. Aunque el país ha hecho grandes progresos en la recuperación de la cobertura boscosa, la creación de áreas protegidas y la utilización de una matriz de energías limpias en la producción eléctrica, sigue teniendo la factura pendiente de su fuerte dependencia de los combustibles fósiles para mover su creciente parque vehicular.

No obstante, el problema no es en sí mismo la utilización de combustibles fósiles, sino la prevalencia de un modelo urbano expansivo en la Gran Área Metropolitana (GAM) a partir de los años 50 del siglo pasado, asistido por una deficiente planificación y gestión regional. Dicho modelo, basado en el uso de zonificación rígida y la dependencia del vehículo particular, ha producido un crecimiento desordenado y la suburbanización de la GAM, y ha despojado a las áreas urbanas centrales de gran parte de su población. Áreas que cuentan con una mejor infraestructura y que al proveer a las zonas cada vez más periféricas de servicios adecuados es costoso.

Es irónico, pero también se está produciendo una migración fuerte de actividades comerciales y de oficinas hacia la periferia. Esto se traduce en una GAM congestionada con una infraestructura vial inadecuada, una red de transporte público anticuada y desarticulada, una severa degradación ambiental, la pérdida del patrimonio construido y el tejido urbano, con una segregación espacial que impacta en los índices de desigualdad social del país. Es una ciudad insostenible, ineficiente, que afecta la seguridad y la salud de sus habitantes e incide negativamente en la competitividad del país.

Pero la solución no consiste en abandonar la GAM con sus problemas, pues, crecientemente, las soluciones aparecen por doquier. Municipalidades, instituciones, empresas privadas y, especialmente, la academia y la sociedad civil, plantean y ponen en operación proyectos exitosos que mejoran la vivencia urbana y enamoran de nuevo a las personas de su ciudad.
Estas iniciativas se basan en nuevos modelos de urbanismo: inclusivos, participativos, integrales, que generan sinergias positivas. En estas iniciativas, los profesionales de diferentes sectores asisten para brindar soluciones a espacios públicos, barrios o comunidades enteras, que los acercan a sus ciudadanos.

Lo más importante es que estos proyectos llevan el paradigma de la sostenibilidad en su ADN, y promueven una nueva cultura y estilos de vida más racionales. Todo esto ha empezado a permear el discurso de los actores políticos, tanto que ya se plantea la materia urbana como uno de los grandes ejes de acción del gobierno. Éste tiene el desafío de atender y revertir los problemas detectados y gestionar la ciudad para el logro de las metas nacionales de sostenibilidad para brindar una mejor calidad de vida a la población.

El V Congreso Internacional de Ciudades Sostenibles mostró que existe amplio consenso sobre el diagnóstico y las soluciones planteadas. Es fundamental que ahora se pase a la acción: coordinada, intersectorial, multidisciplinaria, participativa y regida por criterios de gestión moderna. Una ciudadanía cada vez más consciente y comprometida lo exige.

-Artículo publicado en el periódico La Nación, el día 4 de junio, 2018 y en el Semanario Universidad el 5 de junio, 2018-

miércoles, 28 de febrero de 2018

No estoy incompleto, no necesito "restaurarme”.

No estoy incompleto, no necesito "restaurarme” 

Sé desde los 9 años que soy gay, fue algo que simplemente empecé a sentir, como parte de un proceso natural, como despertarse un día y sentir que experimentaba las cosas de manera diferente. Durante años perdidos de mi infancia y adolescencia luché contra mí mismo por eso, por mi temor al rechazo social...por la idea de un dios castigador, que me había impuesto el ser eternamente señalado por los demás. Pero crecí, viví, experimenté la vida y aprendí a amar desde el fondo de mi ser a los hombres maravillosos que han compartido mi camino. Y ya han pasado los suficientes años como para aceptarme plenamente, ser feliz y sentirme orgulloso de ser quien soy, con todas mis complejidades, defectos y virtudes.
Con enorme determinación he vencido obstáculos que eran o veía enormes; con el apoyo de gente valiosa -mi familia, los amigos que he hecho en el camino- he podido concentrarme en construir mis sueños; enfocándome en mí mismo he llegado a conocerme y amarme, sabiendo que lo que uno es y siente importa muchísimo más que las opiniones ajenas; venciendo temores me he convertido en un ser humano integral, un profesional. Aún más, apoyado en mis convicciones, me he unido a otras personas para soñar y luchar por un mundo de igualdad y respeto, donde todas las personas puedan desarrollarse en la plenitud de sus capacidades.
No tendré el sistema de creencias que Fabricio Alvarado y los suyos denominan "moral" y "valores tradicionales", pero tengo un sistema ético fuerte, que uso en todo momento y que, unido a mi conocimiento de la historia, me hace condenar la política basada en el odio, en la división, mono temática, oportunista, carente de seriedad. Esto no es la política en la que creo: la de servicio y de transformar para bien el país y el mundo.
En este momento, tenemos desafíos enormes como país: la situación económica, la crisis de la infraestructura, nuestro modelo de urbanismo expansivo, la prevalencia de la pobreza y la desigualdad, la inseguridad ciudadana. También tenemos enormes desafíos como humanidad: el cambio climático, las guerras, la creciente brecha entre ricos y pobres, la violencia política y religiosa, el tráfico de drogas y de personas. Son cosas que debemos abordar desde el gobierno y nuestras acciones diarias. El que dos personas del mismo sexo puedan validar legalmente su amor y su camino común, el que una persona trans pueda disponer finalmente de su nombre y su identidad según la siente en su corazón, NO son uno de esos problemas y, aunque no deban ser el tema central en esta campaña, ciertamente el contar con esos derechos transformará profundamente y para bien la vida de miles de costarricenses, que vivían en un vacío legal, teniendo que luchar a diario con el rechazo de gente de mente y corazón estrecho.
Pensemos antes de votar. Votemos por las propuestas, no por la improvisación. Votemos por la coherencia de discurso y acciones, no por la retórica vacía y cobarde del que dice "no discrimino", para luego proceder a discriminar. No al odio en Costa Rica.

27/02/2018


domingo, 6 de agosto de 2017

Sin título



Siente cómo entro en la cama y me aprieto contra ti,
cerca de ti…piel contra piel.
Mis manos acarician tu contorno, suavemente
mientras mis ojos arden al admirar tu cuerpo.
De pronto, mis manos exploran la longitud de tu cabello
y mis pies se entrelazan paulatinamente con tus dedos,
mi boca busca tu cuello
y mis labios cubren de besos tu espalda.
Siente mi respiración serena sobre tus hombros,
siente mi abrazo que estrechamente te abarca,
siente mis dedos explorando la temperatura de tu piel
y escucha las palabras que en el silencio te cantan,
elevándose en el aire espeso de la habitación:
 leves, perfectas.
Acércate a mis labios, escucha el tronar de mi pecho:
Él te dirá los secretos que habitan en mi ser.



E. para R

6/8/2017

domingo, 30 de octubre de 2016

Hasta pronto, hombre impresionante


Era apenas tu segundo ataque y no sabías que hacía tiempo me había rendido. Desde aquella vez en el voluntariado, cuando mi mente porfiaba en conseguirme a brazadas de desesperación un camino en la vida y sobrevivir a los golpes del cansancio y de la inmediatez, vos de pronto te convertiste en punto de referencia para luchar por aquello en lo que yo creía. Vos estabas hecho de otro material, lo noté de inmediato: hecho para la lucha sin cuartel, hecho para dejar estelas en la playa y sondear recorridos en los cielos. Cuando me cubriste en tu abrazo enorme, en el momento en que me sentí más enfrentado a las soledades de un peón, cuando saliste un rato y me acompañaste con tu conversación, me hiciste sentir el calor de la empatía como pocas veces. Cuando no supiste cómo responderme, al día siguiente, me sentí vaciado de mi ser, desplomado en el vacío. 

Pasaron los meses y conseguí el trabajo que quería, siempre perdido entre el miedo a las expectativas creadas y el temor a recorrer un camino nuevo. Pero nunca te pude olvidar. Alguna vez te escribí y me arrepentí luego, tratando de no evidenciarte lo que sentía por ti, queriendo dejar para mí mi susceptibilidad. Algunas veces dejé pasar varios días y un mensaje tuyo despertaba en mí esperanzas idiotas. Te imaginaba labrando el suelo de tus sueños, dejando caer de tus manos las semillas de la promesa, arando la tierra sin cesar con el arado de tu imaginación. Te imaginaba sin tiempo para reparar en pequeñeces, pero sabía que de todos modos te bajarías del pedestal y lo harías al sentarte a descansar del largo esfuerzo, mirando de a pocos crecer la floresta de las promesas. Mientras yo bregaba contra las mareas del estrés, el insomnio, las madrugadas y la cotidianidad, tratando desesperado de dejar una marca en el mundo, te imaginaba paciente y sabio, contemplando la noche estrellada que nos cubría a ambos sin saber cómo. Eras en mis sueños el que me recordaba por qué seguía yo aquí. 

Así finalmente pude encontrarme contigo hoy y más que verte de nuevo, te descubrí, como solo se descubre la gente llena de capas y capas de tesoros ignotos. Eras todo lo que pensé al inicio y más: un poco amargado y un poco espiritual; la clase de hombre capaz de escalar una montaña y plantar tienda en ella, para contemplar los caminos del mundo. Eras un poco explosivo y un poco sereno, un hombre de esos pocos que una vez hecha una herida, se devuelven a vendarla, para nunca cavarla de nuevo. Te supe amante del rock, de los partidos bajo la lluvia, de las casas en los árboles y las largas caminatas en la niebla. Eras sobre todo un compañero de viaje: la clase de hombre con la que podría acampar en el bosque y contarnos historias en el crepitar de un fuego, soñando con un futuro de igualdad. Serio pero tierno, tosco pero caballeroso, capaz de ignorar las percepciones de la gente porque sí y porque vos intuyes hacia dónde ir.

Pero sobre todo, te supe curtido por la vida y enfrentado directamente a los ojos de la muerte, al punto que te hiciste capaz de enseñarme lo que es nacer de nuevo y volver renovado. Tan lleno de experiencia y de heridas, pero agradecido y reposado, como aquel que convoca en torno a sí los juicios del mundo y en vez de ensoberbecerse con el poder, decide con justicia. Te escuché sabio y humoroso, te vi hermoso como pocos hombres en mi vida y te sentí cercano en tu cortesía. 

No más que cortesía, yo fui el que me hice ideas todo el tiempo. Yo fui el que, por más que intentara desviar mi mente, se imaginó un futuro juntos. Pero lo tuyo era el trato de un caballero y de alguien que quiere dejar bondad donde pueda, no el de quien sella compromisos eternos. No sé si alguna vez un hombre podrá leerme con tanta percepción como vos lo hiciste, no sé si un hombre podrá contemplar una plaza en construcción y una tarde lluviosa con el mismo entusiasmo que brillaba tanto en mis ojos, como en los tuyos. Sé que no soy ni de lejos tu tipo, pero supongo que vos alguna vez también cosecharás un hogar y espero poder contemplar la felicidad en tu rostro cuando lo consigas. Pero queda en mí, independientemente de los caminos por los que me lleve la vida, seguir en mi empeño de convertirme yo en la clase de hombre que siempre he querido ser. Y la idea de vos en mi vida estará ahí, siempre iluminándome, porque eres la clase de hombre que importa.

martes, 14 de junio de 2016

Del terror y la luz


A  nivel personal, las tragedias generadas por el terrorismo siempre me afectan. No importa si suceden en un teatro en Francia, un centro comercial en Kenia, una escuela primaria en Rusia, una protesta en Turquía, un campamento de verano en Noruega o un pueblo bajo asedio en Siria…los efectos de la guerra, del fanatismo religioso o político siempre me son cercanas porque no puedo comprender el afán de arrasar con quienes son o piensan diferente.
Empero, la tragedia de Orlando es para muchos de nosotros, parte de las minorías sexuales, la confirmación de nuestros peores temores: el de que aún en nuestras sociedades supuestamente en proceso de avance hacia la igualdad, el odio y el fanatismo nos siguen convirtiendo en blancos fáciles. No se necesita estar en un estado islámico radical, donde la pena de muerte por amar a una persona de tu mismo sexo es ley, ni en territorio de ISIS, donde decenas de inocentes son lanzados de las azoteas, para que la ignorancia de corte medieval siga destruyendo la vida de personas con sueños, virtudes, alegrías y un futuro por delante. En Costa Rica, como se ha evidenciado en los últimos días, tampoco es muy diferente.
Es un reflejo de una sociedad que juzga antes de averiguar y no se cuestiona sus propios sentimientos: actúa a partir de ellos, aunque no sean los mejores. Que le importa más lo que dicen unos versículos bíblicos, que la esencia de sus amigos, familiares y conocidos que son parte de las minorías sexuales. Que eligen ignorar que la Biblia también es pródiga en recomendar la muerte por apedreamiento a las personas que trabajan en sábado, las que comen cerdo o mariscos, las que usan ropa de más de dos tipos de tela o que sin ningún empacho habla de dar las hijas como esclavas, o convertir ciudades de otras culturas en piedras yermas donde se puedan secar las redes. ¿Es acaso eso el reflejo de una sociedad del siglo XXI, una sociedad en la que se promueven la civilidad, la igualdad de los géneros y la fraternidad de los pueblos? Claramente no.
Es claro que ya parte del mundo ha aceptado la verdad sobre las minorías sexuales: que no es una condición reversible ni una elección personal, que no es un fruto de personas perversas, sino de personas plenas en dignidad…y que como tal, debe garantizárseles el acceso a los mismos derechos que detentan las personas heterosexuales. Sin embargo, los diputados encumbrados por una minoría en la Asamblea Legislativa siguen obstaculizando la obtención de esos derechos. Sin embargo, aunque no se cuente con estadísticas oficiales porque no existe la figura de crímenes de odio,  estos se siguen cometiendo todo el tiempo, sobre todo hacia la minoría trans. Sin embargo, a pesar de la enorme tragedia en Orlando, muchos siguen considerando que hemos elegido comportarnos como víctimas y deberíamos acostumbrarnos a vivir en ostracismo e invisibilidad…que deberíamos callar lo que más bien debería ser tema de reflexión social.
Ante todo eso, queda expresar que simplemente no, las minorías sexuales no volveremos a ocultarnos, porque estamos tan capacitados como cualquier otra persona para vivir plenamente y hacer el bien. Porque las ruedas de la historia no se devolverán esta vez y porque una mayoría sí siente en el corazón esta tragedia, dado que es capaz de pensar que esta violencia también puede ser cometida contra sus seres queridos. Porque estamos en todos los campos profesionales e igual que muchos, trabajamos para mejorar este país, pagamos nuestros impuestos, sufrimos las presas y abogamos por una sociedad más equitativa.  Porque aunque un radical religioso haya querido acallarnos y muchos no disimulen su apoyo a ello, seguiremos brindando nuestro ser por nuestras metas y mostrando nuestros verdaderos colores sin dejar que nadie proyecte sombras sobre ellos. Porque aunque muchísimos de nosotros sigamos afrontando dificultades en la familia o medio, estas servirán para hacernos personas más fuertes y determinadas, que no volveremos a la oscuridad a cambio de oprobio. Porque aceptamos que el mundo está lleno de personas diferentes y comprendemos que para convertir nuestro mundo en un mundo mejor, no se puede prescindir de nadie. Porque la violencia se cura con la luz y ésta es un espectro variado.

Y por último, porque rodeados como estamos, de mucha gente que sí nos acepta y quiere cómo y por quienes somos, iremos a la marcha de este 26 de junio en San José a representarnos a nosotros mismos, a hablar en contra de la violencia y la desigualdad.

miércoles, 20 de enero de 2016

Transexualidad: derecho, privilegio y capricho


Hoy me encontré esto publicado en el muro de un familiar. Obviamente me indignó, pero sobre todo porque también he visto el mismo argumento desde la acera de la comunidad gay, espetado repetidas veces, lo cual me parece el colmo. Pasa igual con las bizantinas discusiones en torno a si se debe permitir el cambio del sexo registral para las personas trans.

¿Cómo puedo diseccionar este modo de pensamiento? Enfrentándolo con casos similares. Por ejemplo, ¿qué pasaría si yo dijera que dejaré de realizar mis aportes a la Caja, porque hay personas que se dedican a tener hijos de una manera antojadiza y sin condiciones para brindarles una adecuada vida, sin oportunidades para surgir? ¿O si dijera que no voy a pagar mis impuestos, porque no quiero que sean usados para mantener a los ocupantes de las cárceles, porque me considero un ciudadano 100% cabal, que aunque tenga que luchar muchísimo para asegurarme un ingreso, procuro seguir las leyes del país? Pues que me podrían tildar de clasista e insensible…y ciertamente lo sería. Aparte de yo mismo hacerme un daño. Y por supuesto que yo no suscribo esas líneas de pensamiento.

O yendo más largo en el ejemplo ¿qué tal si yo arguyera que no pagaría mis impuestos, porque estos sirven para financiar a la iglesia católica, la cual parece tener entre sus metas el impedir que las personas LGBTI accedamos a una verdadera igualdad, o que las parejas sin hijos puedan procrear? Entonces, básicamente yo estaría financiando a una organización cuyo rol es luchar contra miles de ciudadanos, asegurándoles una existencia escasa de oportunidades. Ahí empezaría a tener un argumento. Pero aun así, siendo esto real, yo no arguyo semejante argumentación y actúo en consecuencia de una persona que cree en la institucionalidad de este país.

Entonces, volviendo a la transexualidad, que está plenamente demostrado que no es una enfermedad, ni un capricho, sino simplemente una condición diferente que vivencian algunos seres humanos y que se percatan de ello desde una temprana edad… negar algo que para algunos de ellos y ellas puede ser importante y un gran paso en su existencia, por no decir superar el estigma y la discriminación que sufren…que las personas de orientación sexual diferente a la heterosexual también vivimos en alguna medida…me parece un signo de absoluta mediocridad e insensibilidad.

Eso porque uno desde sus propias prioridades, creencias y jerarquías de importancia no puede juzgar como poco importantes las cosas que para otra persona pueden ser vitales. En consecuencia, negar un derecho a un grupo de seres humanos, es un signo de falta de capacidad de entender que una sociedad no sólo se compone de clones míos, sino de personas más diversas que toda la gama cromática. En ese sentido, lo que se requiere es tener un poco más de empatía y escuchar un poco más a los demás. Y un poco de consecuencia.