lunes, 15 de diciembre de 2014

Carro Estelar
















J'ai cessé d'aimer, car l'amour est de persister dans l'erreur

Podía sentir de pronto el peso de mis manos
cuando ellas caían hacia el centro del sol,
sentía también el vacío de mi coraza
volviéndose pasto de las llamas.
Eras vos el único que ascendía
la mirada cada vez más perdida en un lejano cometa,
te hacías más pequeño en mi vista
pero dibujabas una estela negra que invadía todo mi cielo.
El campo visual se tornaba combustible
como la noche en que te callaste por primera vez,
ahora que habías hablado, de pronto
me sentía como si un silencio se perpetrara
entre las reacciones termonucleares.
De pronto dormí como en un gran abrazo,
recordando que de tu distancia
sólo trozos de existencia podía juntar.
Las mentiras que eran expresadas en tus silencios,
dejaban de importar frente a un abrazo que era inmenso.
En medio de la llama, eras cristal e indiferencia,
eras para mí a cada instante un trozo más pequeño
de esta furia que se ha apoderado de mí este año.
Donde yo podía haber escalado
con mis manos entre partículas encendidas
decidí más bien caer por el efecto de una gravedad incrementada.
Entonces me dirigiste una última mirada,
mi mente se había abierto como la corona de una supernova
y comprendí que no era yo, sino un gesto vano a la inmensidad rojiza.
Otra vez, girando sobre el reverberar de tus silencios,
me di cuenta que el futuro, de haberlo,
quedaba de alguna manera
más allá del punto en que te habías convertido en el cielo


3 comentarios:

Esta boca es mía... dijo...

Tengo que admitir que de lo mucho que te he leído y si me ha gustado tu esencia, esto es para mi una maravilla. Hay un sentido metafórico muy nutrido y logró llegar incluso a hacerme parte de estas bellas líneas. Al final todos tunimos un cielo que adorar.

Mauricio Rodríguez dijo...

Fluye, transporta y te ayuda a sentir algo de lo mucho que quizá sentiste al escribirla. Eso solo se logra con magia. Felicidades

Andrés dijo...

Ay, Estebitan, de verdad que estás volado. Malditos cielos y sus señales celestes que presagian cataclismos, malditos silencios que te calcinan el alma en medio de una hoguera de dudas... malditos, sí, pero benditos también, porque antes de resurgir cm el Fénix, primero es necesario convertirse en ceniza.