jueves, 17 de julio de 2008

The morning after








Me encontraba en lo que muchos fatalistas llaman the morning after. No era la mañana después de ninguna hecatombe nuclear ni sobrevivía al choque de un meteorito ni caminaba entre pilas de edificios en ruinas en una zona de un desastre natural, sólo vivía un momento estrictamente personal. Mi mañana después era bastante más trivial que las desgracias humanas. Tampoco era por supuesto la mañana después de casarme ¿?, de irme a otro país o de traer a mi casa un nuevo gato. No, era la mañana que me encontraba con otra parte de mi historia reciente, que es como todo, un rejuntado de momentos antiguos, de años pasados, de caras que había dejado de ver y he sacado del pozo de los recuerdos para volverlas actuales, cambiadas, actualizadas. Era la mañana (bastante somnolienta y débilemente iluminada por la niebla) después de la fiesta que organicé, la mejor de las fiestas.


Incréíble lo bien que me he sentado este año: el mejor viaje (a Cocles), la mejor relación (qué dicha que ya aclaramos las cosas que quedaron irresueltas), el reencuentro con el pasado, la práctica que se avecina, los mejores resultados de un semestre, el proyecto del condominio, etc. Pero esta fiesta viene a resumir muchas de las cosas que he vivido. Me encontraba de hecho la mañana después, muy mal dormido por pasar bajo los brazos de...y contemplaba cómo iba cobrando la vida la mañana.


Tengo la dicha o desgracia de ser muy contemplativo y mientras mi amigo Berny freía la tocineta no podia dejarlo de comparar con el tièmpo en espiral: veinticuatro horas antes estaba en la casa de mi hermano y mi cuñada cocinando. Dichosamente, la comida había sido un ingrediente del éxito de esa fiesta: tanto mi lasagna y las canastas con fruta que serví de postre como la ensalada y los dips de Berny y Janice. El otro gran factor de éxito había sido la gente: al inicio parecía que todo iba a fracasar, en términos de espíritu festivo y en el sentido monetario, pero luego la fiesta fue calentando, la conversación se desarrolló y la gente que no se conocía se fue integrando...de pronto eramos un grupo, comiendo, gastándole bromas a todo mundo, poniendo música y haciendo el ridículo de lo lindo, simplemente siendo nosotros. Eso me encanta, poder andar sin tapaderas, sin impostaciones. Y claro, hice que bailé para animar a la gente, pero la bailadota quedó para la noche...Y cuando nos dimos cuenta ya había pasado medio día y había anochecido, veíamos videos malos: la consabida Wendy Sulca y su tetita, Yasury Yamileth, El Conejito, Delfín Quishpe y sus torres estrelladas, la momia de la Tigresa de Oriente: ¡por qué en Perú y Ecuador puede haber música TAN MALA!!!!


Pasaba la noche y los que estábamos ahí nos dábamos cuenta de dos cosas: una, éramos los peores organizadores posibles, dos, la fiesta no había fracasado, ni siquiera en el aspecto financiero. Y entraban ganas de terminar la fiesta...en el lugar inusual al que llevaba más de un año de no ir...


Terminamos en un conocido club nocturno de San José, lo mejor fue la cantidad de gente conocida que vi, incluyendo a mi mejor amigo "no conocido", bailamos (esta vez sin la pena de que nos vieran), nos reímos, me pusieron globos en la cabeza, se tomaron los jelly shots que me correspondían por derecho y edad, hicimos acrobacias para mantener un mínimo de espacio entre nosotros, me ofrecieron "conocerme", en fin, no necesitaba salirme de ese grupo de amigos para disfrutar la noche. Fue genial.


La madrugada avanzaba ya. El carro en el que íbamos de vuelta corría en medio de una de las neblinas más densas que recuerde. La neblina le daba un aspecto místico a la experiencia, era volver, en medio del frío, sudados, a dar otro giro en la espiral. Era hora de volver, de pensar, de mirar hacia adentro y eso hice. Eventualmente volví a la cama, pero pensé en lo que había vivido este día: desde salvar una olla en plena erupción de aceite hasta besar, besar tiernamente, de pronto estaba semidesnudo, entre cobijas, sin poder dormir, pensando en la comida, en las luces de la disco, en las sillas en los costados de la sala, en la pobre de Sara despeinada, en el guacamole y el dip de salmón, en mis amigos, en la neblina...


Por algo había hecho esto, ya me había olvidado de las razones, me había olvidado que necesitaba este tipo de días. La comodidad y la estabilidad muchas veces aburren. Mi esfuerzo y mis dos días nómadas tenían sentido y me di cuenta al volver a la casa a ver las fotos, sonrisas por todo lado, pero la foto que lo concluye fue en el desayuno, satisfacción a pesar del sueño, paz, luz que entra suavemente por un costado de la sala, comida en la mesa -en parte nueva, en parte del día anterior-, caras de gente que no se conocía necesariamente el día antes y miraba satisfecha.


El sentido de esto: cambiar el rumbo de lo vivido y reescribir la historia en otro giro de la espiral.

3 comentarios:

Sebastián Deuz dijo...

Aja, lo vi! jajaja Que sweety con eso d q mi blog es d visita obligada... y eso q solo leyo un par d entradas... En fin, aki sta mi comment q tanto me pulseo anoche. Espero que siga durmiendo en los brazos d esa persona por mucho tiempo mas.
Si yu leider mai frend!

Jorge Andrés dijo...

si las paredes de ese apartamento hablaran dirían tantas cosas... ni vos ni yo pasaríamos por alto en esas historias, jamás!

Thiago dijo...

jajaa Bueno ,cari, parece que lo habeis pasado bien y, la verdad, no teneis mucha cara de resaca, jaaj Me gusta como amaneces después de una farra, jaja


Bezos