Uno de los desafíos más apremiantes para la
humanidad es limitar los efectos del cambio climático causado por las
actividades humanas. Las transformaciones deben producirse en las estructuras
productivas, en los estilos de vida y los costos económicos, ambientales y
sociales.
En el modo tradicional de considerar el planeta se
impuso tradicionalmente una visión extractiva y una creencia irracional en la
existencia de recursos inagotables. Esto ha sido desmentido por el enfoque de
desarrollo sostenible: el cual parte de una visión integral del ser humano como
parte de la red de interacciones que se dan en la biósfera, lo cual exige
responsabilidad de este con su medio. Así, todos debemos modificar nuestras
prácticas para cumplir con los ambiciosos objetivos de reducción de gases de
efecto invernadero.
Costa Rica ha afrontado crecientemente las
consecuencias del cambio climático, la contaminación y la escasez de recursos,
como el hídrico. Aunque el país ha hecho grandes progresos en la recuperación
de la cobertura boscosa, la creación de áreas protegidas y la utilización de
una matriz de energías limpias en la producción eléctrica, sigue teniendo la
factura pendiente de su fuerte dependencia de los combustibles fósiles para
mover su creciente parque vehicular.
No obstante, el problema no es en sí mismo la
utilización de combustibles fósiles, sino la prevalencia de un modelo urbano
expansivo en la Gran Área Metropolitana (GAM) a partir de los años 50 del siglo
pasado, asistido por una deficiente planificación y gestión regional. Dicho modelo, basado en el uso de zonificación
rígida y la dependencia del vehículo particular, ha producido un crecimiento
desordenado y la suburbanización de la GAM, y ha despojado a las áreas urbanas
centrales de gran parte de su población. Áreas que cuentan con una mejor
infraestructura y que al proveer a las zonas cada vez más periféricas de
servicios adecuados es costoso.
Es irónico, pero también se está produciendo una
migración fuerte de actividades comerciales y de oficinas hacia la periferia.
Esto se traduce en una GAM congestionada con una infraestructura vial
inadecuada, una red de transporte público anticuada y desarticulada, una severa
degradación ambiental, la pérdida del patrimonio construido y el tejido urbano,
con una segregación espacial que impacta en los índices de desigualdad social
del país. Es una ciudad insostenible, ineficiente, que afecta la seguridad y la
salud de sus habitantes e incide negativamente en la competitividad del país.
Pero la solución no consiste en
abandonar la GAM con sus problemas, pues, crecientemente, las soluciones
aparecen por doquier. Municipalidades, instituciones, empresas privadas y,
especialmente, la academia y la sociedad civil, plantean y ponen en operación
proyectos exitosos que mejoran la vivencia urbana y enamoran de nuevo a las
personas de su ciudad.
Estas iniciativas se basan en nuevos modelos de
urbanismo: inclusivos, participativos, integrales, que generan sinergias
positivas. En estas iniciativas, los profesionales de diferentes sectores
asisten para brindar soluciones a espacios públicos, barrios o comunidades
enteras, que los acercan a sus ciudadanos.
Lo más importante es que estos proyectos llevan el
paradigma de la sostenibilidad en su ADN, y promueven una nueva cultura y
estilos de vida más racionales. Todo esto ha empezado a permear el discurso de
los actores políticos, tanto que ya se plantea la materia urbana como uno de
los grandes ejes de acción del gobierno. Éste tiene el desafío de atender y revertir los
problemas detectados y gestionar la ciudad para el logro de las metas
nacionales de sostenibilidad para brindar una mejor calidad de vida a la
población.
El V Congreso
Internacional de Ciudades Sostenibles mostró que existe amplio consenso sobre
el diagnóstico y las soluciones planteadas. Es fundamental que ahora se pase a
la acción: coordinada, intersectorial, multidisciplinaria, participativa y
regida por criterios de gestión moderna. Una ciudadanía cada vez más consciente
y comprometida lo exige.
-Artículo publicado en el periódico La Nación, el día 4 de junio, 2018 y en el Semanario Universidad el 5 de junio, 2018-