A
nivel personal, las tragedias generadas por el terrorismo siempre me
afectan. No importa si suceden en un teatro en Francia, un centro comercial en
Kenia, una escuela primaria en Rusia, una protesta en Turquía, un campamento de
verano en Noruega o un pueblo bajo asedio en Siria…los efectos de la guerra,
del fanatismo religioso o político siempre me son cercanas porque no puedo comprender
el afán de arrasar con quienes son o piensan diferente.
Empero, la tragedia de Orlando es
para muchos de nosotros, parte de las minorías sexuales, la confirmación de
nuestros peores temores: el de que aún en nuestras sociedades supuestamente en
proceso de avance hacia la igualdad, el odio y el fanatismo nos siguen
convirtiendo en blancos fáciles. No se necesita estar en un estado islámico
radical, donde la pena de muerte por amar a una persona de tu mismo sexo es
ley, ni en territorio de ISIS, donde decenas de inocentes son lanzados de las
azoteas, para que la ignorancia de corte medieval siga destruyendo la vida de
personas con sueños, virtudes, alegrías y un futuro por delante. En Costa Rica,
como se ha evidenciado en los últimos días, tampoco es muy diferente.
Es un reflejo de una sociedad que
juzga antes de averiguar y no se cuestiona sus propios sentimientos: actúa a
partir de ellos, aunque no sean los mejores. Que le importa más lo que dicen
unos versículos bíblicos, que la esencia de sus amigos, familiares y conocidos
que son parte de las minorías sexuales. Que eligen ignorar que la Biblia
también es pródiga en recomendar la muerte por apedreamiento a las personas que
trabajan en sábado, las que comen cerdo o mariscos, las que usan ropa de más de
dos tipos de tela o que sin ningún empacho habla de dar las hijas como
esclavas, o convertir ciudades de otras culturas en piedras yermas donde se
puedan secar las redes. ¿Es acaso eso el reflejo de una sociedad del siglo XXI,
una sociedad en la que se promueven la civilidad, la igualdad de los géneros y
la fraternidad de los pueblos? Claramente no.
Es claro que ya parte del mundo
ha aceptado la verdad sobre las minorías sexuales: que no es una condición
reversible ni una elección personal, que no es un fruto de personas perversas,
sino de personas plenas en dignidad…y que como tal, debe garantizárseles el
acceso a los mismos derechos que detentan las personas heterosexuales. Sin
embargo, los diputados encumbrados por una minoría en la Asamblea Legislativa
siguen obstaculizando la obtención de esos derechos. Sin embargo, aunque no se
cuente con estadísticas oficiales porque no existe la figura de crímenes de
odio, estos se siguen cometiendo todo el
tiempo, sobre todo hacia la minoría trans. Sin embargo, a pesar de la enorme
tragedia en Orlando, muchos siguen considerando que hemos elegido comportarnos
como víctimas y deberíamos acostumbrarnos a vivir en ostracismo e invisibilidad…que
deberíamos callar lo que más bien debería ser tema de reflexión social.
Ante todo eso, queda expresar que
simplemente no, las minorías sexuales no volveremos a ocultarnos, porque
estamos tan capacitados como cualquier otra persona para vivir plenamente y
hacer el bien. Porque las ruedas de la historia no se devolverán esta vez y
porque una mayoría sí siente en el corazón esta tragedia, dado que es capaz de
pensar que esta violencia también puede ser cometida contra sus seres queridos.
Porque estamos en todos los campos profesionales e igual que muchos, trabajamos
para mejorar este país, pagamos nuestros impuestos, sufrimos las presas y
abogamos por una sociedad más equitativa.
Porque aunque un radical religioso haya querido acallarnos y muchos no
disimulen su apoyo a ello, seguiremos brindando nuestro ser por nuestras metas y
mostrando nuestros verdaderos colores sin dejar que nadie proyecte sombras sobre
ellos. Porque aunque muchísimos de nosotros sigamos afrontando dificultades en
la familia o medio, estas servirán para hacernos personas más fuertes y
determinadas, que no volveremos a la oscuridad a cambio de oprobio. Porque
aceptamos que el mundo está lleno de personas diferentes y comprendemos que para
convertir nuestro mundo en un mundo mejor, no se puede prescindir de nadie. Porque
la violencia se cura con la luz y ésta es un espectro variado.
Y por último, porque rodeados como estamos, de mucha gente
que sí nos acepta y quiere cómo y por quienes somos, iremos a la marcha de este
26 de junio en San José a representarnos a nosotros mismos, a hablar en contra
de la violencia y la desigualdad.